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17,10 €El terrorismo nos deja y nos quita cosas. ETA nos dejó casi sin cuestionar una serie de lugares comunes y falsas convenciones que le sirvieron para justificarse y reparar solo en las formas violentas ante la sociedad nacionalista. Son los mitos que matan, aquellos que, como la teorÃa de los dos bandos, la inevitabilidad de la violencia polÃtica o el epÃtome recurrente (y falso) de la ciudadanÃa como el Pueblo Vasco, entre otros, sostuvieron ideológicamente el crimen. Con el fin del terrorismo, esos argumentos siguen vivos y penetrando entre sectores contrarios a la violencia, y, sobre todo, entre grupos jóvenes. Pero el terrorismo nos quitó también cosas. Erosionó profundamente la convicción ciudadana en axiomas como la presunción de inocencia, el derecho a un juicio legal y justo, la división de poderes, el respeto de la pluralidad social, el rechazo de la violencia polÃtica, la defensa de la democracia como mecanismo de resolución pacÃfica de los conflictos, y un largo etcétera. Este libro plantea una reflexión acerca de esos lugares comunes que nos dejó en herencia el terrorismo de ETA y de esos valores que nos arrebató o que cercenó, y que necesitamos recuperar para ser una sociedad normalizada, democrática y decente. Un empeño que debe formar parte de las polÃticas públicas de memoria si se quieren desactivar los mecanismos que un dÃa propiciaron o dieron posibilidades a la violencia polÃtica.